jueves, 22 de mayo de 2008

Crónica de un peregrino español en Chartres


Queridos amigos:
Impresionado. Es el sentimiento que me asaltó el sábado, 10, víspera de Pentecostés, cuando la pequeña pero animosa representación española llegó a la explanada de l'Ile de la Cité, delante de Notre Dame de Paris: miles de personas, de 4 a 79 años (el peregrino de más edad del que tuve noticia), abarrotaban el lugar vigilados por la mirada secular en piedra de la Virgen María en el parteluz de la Catedral, el severo Pantocrátor y los reyes de Judea. La estatua ecuestre de Carlomagno vuelta hacia el horizonte anunciaba a los peregrinos que el día se presentaba despejado y propicio.
Un ejército de curas con sotana iban y venían pastoreando el crecido rebaño, en número increíble: a un primer cálculo, serían unos 300 ó 400. Lo mejor de Francia reunido en el corazón del Reino. Se completaba la escena como salida de otro tiempo con ocasionales monjes grises y blancos rezando el breviario aquí y allá. El andar meditabundo de los padres y la franca jovialidad de los jóvenes peregrinos se mezclaban en simpático óleo.
La noche anterior, una amable francesa que nos haría de cicerone durante toda la peregrinación nos recibió recién llegados del aeropuerto internacional Charles de Gaulle-Roissy y nos condujo a casa, creo que del mejor anfitrión (o por lo menos del más amable y solícito) que he tenido en mi vida: Étienne, al que reitero desde estas líneas, por si algún día las lee, mi abrazo y mi agradecimiento perpetuo. De su casa, el quinto y último piso de un típico edificio francés decimonónico con suelos de madera, evoco en la imaginación un retrato del Generalissime de L'Armée Catholique et Royale Louis D'Elbée, otro de Louis XVI, una estantería bien nutrida de páginas contrarrevolucionarias, como las de Reynald Secher o L'Abbé Barruel y un fantástico vino tinto, no recuerdo si de Dordogne, en botella de gran tamaño con el que nos alegró la cena. La amabilidad de nuestro anfitrión me hacía lamentarme de mis limitaciones con el francés. Durante la cena abordamos temas intrascendentes y nos divertimos con nuestro recíproco desconocimiento de nuestras respectivas costumbres: (- Veamos: ¿Los españoles comen pan? – se preguntaba en voz alta Étienne). Tras varios fracasados intentos, en la sobremesa logré entablar una limitada conversación con Étienne, durante la cual me explicó el origen de la peregrinación, y que la edición presente constituía su vigésimoquinta participación. Ramiro y yo rezamos el Rosario antes de entregarnos al sueño.
A las cuatro y media nos levantamos para empezar la aventura. Ya en la boca de metro nos encontramos con dos sonrientes muchachos que acudían al mismo lugar que nosotros. Un sol radiante acariciaba a la nutrida y alegre concurrencia de caminantes. Los diferentes capítulos se organizan, integrándonos los españoles en el Capítulo de los Mártires de Septiembre, que hacen referencia a los ejecutados por los revolucionarios franceses en 1790 en diversos lugares de Francia. El Capítulo Santiago Apóstol este año no gozaba de status oficial porque no llegaba al mínimo exigido. Esperemos que para sucesivos años sí sea posible. Los Capítulos empiezan a entrar con los numerosísimos estandartes y banderas en alto en Notre Dame, anunciados ordenadamente por la voz de la megafonía, con la bandera española también en alto, y se oyen comentarios de "¡Espagnols, espagnols!" por todas partes. Varios sacerdotes nos dirigen unas admoniciones y meditaciones previas a la marcha y los alegres y multitudinarios y hermosos cánticos que oía por primera vez anteceden y cierran la ceremonia (cuando tocaba cantar, cantaba todo el mundo, a pleno pulmón y muy bien, además. A ver si aprendemos aquí). L'Abbé Le Coq, responsable de la peregrinación por primer año, nos imparte la bendición final y los Capítulos van desfilando hacia la puerta principal en el orden que les indica la organización. Durante la marcha, me informarán de que la edad media de los 6.500 peregrinos (a ojo) es de 24 años.
La larga expedición parte cortando el tráfico de París por cincuenta sitios. La organización me deja impresionado: motos, coches, camiones, furgonetas, ambulancias de la Orden de Malta (encargada de la asistencia sanitaria en lugar de la Cruz Roja), y centenares de voluntarios, ayudados por la Gendarmerie, organizan los cortes de tráfico y dosifican el paso de la larga serpiente tradicionalista de forma muy eficaz. Varios jóvenes borrachines que empalman desde la noche anterior se regocijan al paso de la multitud y se suman para divertirse un rato. Se les aparta sin contemplaciones. Me explican que en una peregrinación se sumó un borracho para reírse un rato, pero que la Providencia hizo que se quedase durante toda la peregrinación. Luego el muchacho fue a Colonia a la Jornada Mundial de la Juventud. Signos inequívocos de la fecundidad del evento. La salida de París se hace larga, durante la cual conocemos a Dauphine y Antoine. Dauphine es una estudiante francesa en Córdoba muy simpática, pero muy callada y tímida, y Antoine no dice nada, pero sus grandes ojos azules expresan simpatía y franqueza. Al cabo de 3 horas de marcha se llega a una verde explanada campestre donde bajo un sol de justicia que provoca problemas de salud en varias personas se oficia una hermosa Misa de campaña con un altar primorosamente preparado, con unas bellísimas canciones en latín como no he oído en casi ninguna otra Misa a la que haya acudido nunca. En esta peregrinación se oficia habitualmente la forma Extraordinaria del Rito Romano. El ejército de sacerdotes se pone roquete y estola y se apresta a soportar los rayos inmisericordes del Sol escuchando confesiones a troche y moche. Durante todo el rito y durante toda la peregrinación se respira una profunda piedad, más allá de la reverencia por la forma litúrgica oficiada, con Nuestra Señora de Chartres siempre presente en el ánimo de la expedición.
Tras la Misa, la comida con una alegre bendición que por tradición siempre cantan los animosos y joviales miembros del dicharachero Choir Montjoie, que supone buena parte de nuestro grupo, los Mártires de Septiembre. El Sr. y Sra. de Castelet, a quienes agradezco su enorme amabilidad y su gran simpatía para con nosotros, nos proveen de buen vino, queso, pollo, ensaladas, chorizo, etc., que pasan de mano en mano a gran velocidad y se agotan en un santiamén ante la mirada complacida de los sres. De Castelet. Quedó claro que los tradicionalistas son amigos de las viandas sabrosas y los buenos caldos. Fue en ese momento cuando Étienne me presentó a le Docteur D. Xavier D'or, incansable activista contra las clínicas abortistas, de 79 años, de los cuales las últimas décadas lleva organizando Rosarios delante de los campos de la muerte a través de la asociación SOS-Tout Petits. Cuando le dije que le conocía y que sabía lo que hacía porque lo seguía por internet en su rostro se dibujó una expresión de asombro por el hecho de que alguien le conociese sin que él tuviese la menor noticia. Casi ciego, pero conservando una profunda alegría en el alma, me hice una foto con él, y hablamos de política, de su actividad ante las clínicas abortistas y conspiraciones al más alto nivel. Entrañable y admirable personaje.
Los Capítulos están sometidos a una rígida disciplina, cuya carga pronto se aligera: se rezan 15 ó 20 misterios del Rosario al día, y encima cantados; y como es habitual en esta peregrinación, al menos: con meditaciones y una petición antes de cada Avemaría. Ha sido un gran descubrimiento para mí comprobar que el Rosario cantado se pasa enseguida y muy pronto me aprendí las oraciones en francés y las bonitas melodías. Hay libertad, pero todo el mundo canta cuando hay que cantar, permanece en silencio cuando hay que permanecer, y habla cuando hay permiso para ello. Y la mayor parte del tiempo, se canta.
El paisaje que se ofrece a la vista es completamente llano, con amplios y fértiles campos verdes y encantadoras casitas de campo. Así, el alegre grupo iba paso a paso bajo el sol cada vez más abrasador recitando con un ánimo y constancia incansables y en verdad emocionantes:
Oh, María, conçue sans péché, priez, priez, priez pour la France.Oh, María, conçue sans péché, priez, priez, pour la France.
Los franceses descubrieron que las ampollas y las tendinitis con canciones se amortiguan y lo aplican a rajatabla desde el principio hasta el final.
En el pequeño capítulo español dos traductoras se habían tomado el trabajo de pasar las meditaciones de la peregrinación al español y nos las leían durante el camino, asistiéndonos en todo aquello que no entendíamos. Las meditaciones que la organización había preparado versaban sobre tres apariciones marianas: La de Lourdes, la de Fátima y la de Guadalupe. He de decir que es muy posible que la narración más completa y piadosa de la aparición a Juan Diego la haya oído de labios franceses. Las meditaciones sobre las apariciones marianas se completaban con otras sobre las Cuatro Virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
Así llegamos al final de la primera etapa, con un despliegue de campaña espectacular: la eficaz organización no tiene nada que envidiar a la unidad militar más diligente: los equipajes ordenados, camiones, megafonía, tiendas comunitarias perfectamente preparadas, cocina, servicios portátiles, duchas, etc. Hay que tener en cuenta que eran dos batallones los que se estaban moviendo. Varios voluntarios se distribuyen por todo el campamento ofreciendo una sopa reconfortante a los cansados peregrinos.
Por la noche el Choir Montjoie se apresta a hacer de las suyas: beber vino y cantar a pleno pulmón sus canciones iniciáticas contra los comunistas y los capitalistas. Fue esa noche cuando conocí a "Juanito", Monsieur Charbonneau, y nos echamos unas risas con las tonterías que se le ocurrían animados por los bidones de vino que iban cayendo y las chuletas. Monsieur Charbonneau (¡un abrazo, figura!) habla muy bien el español, es diputado regional por la Vendée y puede decirse que tiene corazón hispano. Hablamos de Zapatero, de los toros, de los políticos franceses, de la historia de la peregrinación, de los insultos más conocidos en ambos idiomas, entre arrancadas de canciones españolas, y muchas cosas más. De fondo, el Choir Montjoie (entre los que estaba Étienne) con sus ritos tradicionales copa de vino en mano.
Hay que decir que el Capítulo Mártires de Septiembre tiene por jefe a Jacques, un pedazo de tío con un ánimo doble que el de los demás, verdadera alma del grupo, antiguo prisionero en las cárceles soviéticas por repartir propaganda en la Plaza Roja de Moscú, y por estandarte a un antiguo paracaidista de la Legion Étrangére, además de Étienne. Jacques, además de su mochila, lleva encima cuaderno, megafonía y un típico sombrero campesino antiguo de tres picos, que le da un aire como de chuan.
El cansancio y el sueño acumulado hacían mella y era preciso acostarse pronto para estar entero al día siguiente, el más duro de la marcha. A las 5 de la mañana una potentísima y preciosa voz gregoriana femenina empezó a sobrevolar todo el campamento. Bellísima canción. Eso sí, a mí no me sacaba nadie del saco, en buena parte porque el Capítulo Mártires de Septiembre ese día salía el último del campamento para tomar parte en un acto muy especial. Bueno, sí, tres cuartos de hora más tarde llegan los Scouts du Riaumont, jovencitos de 16 años, y empiezan a desmontar la tienda (con capacidad para 50 personas) con nosotros aún dentro. Nos miran como si fuésemos piedras en el suelo: hay que desmontar y se desmonta. Nos incorporamos y al cruce de las miradas los Scouts du Riaumont se parten de risa de nosotros, sin parar su tarea. Acaban de desmontar y recoger la tienda, se largan a formar y nosotros aún medio saliendo del saco.
Empieza la segunda jornada a toda velocidad, no se espera a los retrasados. Que espabilen. El Capítulo Mártires de Septiembre se desvía al bosque, donde nos aguarda "Philippe", un galo maestro de la barbacoa, que podría encajar perfectamente en la aldea de Asterix con sus carcajadas, su prominente panza y su bigote de puntas rizadas. Fue allí donde "Juanito", Monsieur Charbonneau, se arranca con una de las suyas:
"Fue San Luis, Rey de Francia, el que hizo el camino Paris-Chartres, para que los peregrinos no tuvieran problemas, porque los bosques en Francia te rascan los talones".
Hacemos un cambio de cromos, y entonces conocí al Sr. Cárdenas, un francés de origen mexicano que me hizo respirar hondo cuando empezó a cantarnos la Marcha Real con la letra que él conocía:
La Virgen María es nuestra protectora nuestra defensoranada hay que temerguerra al mundo,al demonio y la carneguerra, guerra, guerra contra Lucifer.
Soldados de Cristosigamos la Banderaque la Cruz enseña,Ejército de Dios:Sigamos la Banderagritando: ¡Viva Cristo Rey!
Se trata de una letra que, por diversos testimonios, es muy probable que tuviera origen peninsular, pero que por avatares de la providencia arraigó mucho más en México.
El Sr. Cárdenas se quejaba de los estragos del indigenismo antiespañol en su antigua patria, y comenzó a reírse de las contradicciones en que caían los argumentos contra España: que si los mexicanos son vagos y están atrasados porque no trabajan, ¿quién tiene la culpa?: España. Pero por otra parte, los españoles hicieron esclavos a todos los aztecas para trabajar. Entonces, ¿cómo es posible?, me decía entre risas y varias series de vasos de vino. ¿Quién ha construido la Catedral de México? ¿Los marcianos?
Qué gran personaje el Sr. Cárdenas. Espero volver a verle en otra ocasión.
Nos despedimos con varios brindis y abrazos y el Capítulo Mártires de Septiembre regresó por donde había venido, llegando al punto de encuentro con el resto de la expedición para oír la Misa, ahorrándonos unos kilómetros que más tarde serían importantísimos. La Misa es a la sombra, en un bosque. De nuevo la magnífica liturgia y los bellísimos cánticos. Los padres se distribuyen por todo el lugar para dar la Santa Comunión bajo paraguas y hay muchachitos que se quedan sin recibirla porque se acaban las formas. Yo mismo tengo que capitanear a un grupo de tímidos adolescentes que se han quedado sin recibir al Señor y dirigirles detrás del Altar, donde se me indica que los sacerdotes pueden darnos la Comunión. Las vueltas que hemos de dar desaniman a algunos, que se vuelven a su Capítulo, contrariados. Por fin llegamos y los sacerdotes, solícitos, nos dan la Comunión.
Comemos en diez minutos por orden de la organización y no se espera a nadie. El que tenga hambre, que coma de pie, porque vamos con retraso. Empieza la parte más dura de la peregrinación, con el sol tostando los miembros y cogotes de los peregrinos y una interminable llanura verde hacia nuestro destino, que, sin embargo, no desanima a nadie: canciones, canciones y más canciones. Un padre me detiene y canta conmigo el Oriamendi. "Excellent!", dice, y se va.
Ave Maria, gratia plena,Dominus tecum,benedicta tu in mulieribus,et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria mater Dei,ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae.Amen
Es una hermosa melodía la que los franceses han adaptado para el Ave María en latín, la cual repito una y otra vez y de la cual me apropio al instante para lo sucesivo en nuestro suelo.
Cantando en latín se pasa el cansancio, el calor, las ampollas y el tiempo. Me quedo pasmado cuando veo a los padres recorrer arriba y abajo toda la columna para confesar, peregrinando con sandalias, sotana, roquete y estola incluidos. A 35 º C los chorretones de sudor eran considerables.
Durante la marcha, en varias ocasiones un escandaloso Capítulo de muchachitos que llevamos detrás se arrancan con vivas a España cuando nos ven pasar a su lado, a lo que cortésmente respondemos “¡Vive la France!”, y, tras cuchichear, nos dedican canciones de inconfundible inspiración española. A lo largo de todo el trayecto los habitantes de las poblaciones por las que pasamos nos contemplan con gesto divertido, como si fuésemos una atracción circense. Uno de los muchos niños que corretean por una de las poblaciones en el trayecto, se nos queda mirando y nos dice “- Oú vai-tu?”. Antes de arribar a nuestro lugar de destino, el avistamiento de un bar provoca una reacción unánime en el Capítulo: todo el mundo adentro a refrescar la garganta. Dos amables miembros de nuestro Capítulo hacen buena provisión de cervezas para el camino y nos las reparten durante los últimos kilómetros. El Capítulo, tras unos kilómetros finales en los que empiezan a quedarse rezagados por el cansancio y las ampollas algunos miembros del grupo, llega cantando al campamento gracias a la constancia de Jacques, el flamenco Bernard y sus amigos, y entramos con los estandartes y la bandera española en alto. Y otra vez, los circunstantes, que van haciendo pasillo para ver qué grupo entra cantando más fuerte, señalan a la bandera española, hacen comentarios y se quedan mirando. Detrás de nosotros, un capítulo de Scouts femenino canta a pleno pulmón el Himno de la Peregrinación:
"Chartres sonne, Chartres t'apelle, gloire et honeur au Christ-Roi".
Han sido unas 12 horas de marcha, incluidas paradas, y el cansancio y las secuelas en las rodillas y los ligamentos se notan.
Las duchas son una especie de abrevaderos comunales por goteo y allí me meto entre la alegre chavalería que ríe y bromea (menos que en España). Hay muchos franceses que hablan español y todos se interesan por conocernos. De un grupito de ruidosos adolescentes franceses que discuten por la propiedad del jabón y que se ríen de mi declaración tajante: “ – C’est le savon de tout le monde!”, se destaca uno que sabe hablar español perfectamente y con el que dialogo un rato.
Por la noche, se ha organizado una Velada ante el Santísimo Sacramento, pero no todo el mundo puede permanecer de rodillas, de forma que el Choir Montjoie saca los bidones de vino, y pone a Philippe, el maestro de la barbacoa, a hacer una ídem ilegal detrás de un camión de la organización, cuyas fumarolas de humo, sin embargo, delatan la reunión. Allí hay ¡cómo no!, vino, una especie de chorizo criollo o butifarra, sidra muy buena y montones de viandas. La noche es agradable y fresca, pero no hay estrellas. Nos vamos a acostar a no mucho tardar para estar plenamente recuperados al día siguiente.
Esta vez nos levantamos casi antes que la diana, y tardíamente, surge el plan de devolver a los scouts du Riaumont la jugada del día anterior y de desmontarles su tienda. Pero no sabemos dónde están.
Nos disponemos a acabar la peregrinación. El último día es más ligero, pero las jornadas anteriores se notan. El Capítulo nos consigue un cura francés que entiende el español, de forma que podemos confesarnos con él, mientras que, como nosotros entendemos el francés, podemos oír sus consejos y la absolución en francés. Así que hacemos una confesión bilingüe (muy buenos consejos espirituales) y arreglado.
A lo lejos se ven las hieráticas agujas asimétricas de Chartres. Cantando y rezando se pasa el camino, y llegamos por fin a Chartres. El Capítulo Mártires de Septiembre se para delante de un gran mural en la pared que conmemora a los muertos de la patria en las dos guerras mundiales, sus estandartes se ponen en formación y entonan un himno en su honor. Jacques explica que podemos seguir la tradición por la cual los peregrinos, durante el último tramo de la peregrinación, se descalzaban y así lo hacemos. El sonido armonioso y grave de las campanas saluda a la multitud. Creo que habría en torno a la hermosa Catedral, canon del gótico, unas 10.000 personas. Sólo podemos entrar los afortunados. Y empieza la Fiesta del Lunes de Pentecostés, con una preciosa Misa Cantada presidida por el Obispo de Chartres, Mons. Pansard.
Los reyes de Francia, los Cruzados, las vírgenes, los santos y sobre todo, Notre Dame de Chartres nos contemplan desde lo alto y desde la historia escrita en piedra de los arcos sagrados de la Catedral. Glorioso espectáculo de banderas y estandartes que capta algún medio de comunicación. Vamos saliendo con un poco de pena por el final de la peregrinación, nos despedimos, abrazamos y besamos con nuestros compañeros y volvemos a París. Aún Étienne y nuestra cicerone particular nos obsequian con una magnífica cena (¿Cómo te lo pagaré, Étienne?) y esta mañana he dejado Paris con pena, pero la gran alegría de haberme encontrado con las mejores personas que podía haberme encontrado, en el corazón de la Cristiandad y a los pies de Nuestra Señora de Chartres,
Conçue sans péche, priez, priez, priez pour L'Espagne.
Agradecimientos sin fin a Étienne, los sres. de Castelet, "Juanito" Charbonneau y señora, Dauphine, Antoine, Ambroise, el simpático Benoît (no me olvido de tí tampoco), Jacques, el flamenco Bernard, a nuestra máquina-estandarte de la Légion-Étrangére, al chico de la cámara de fotos que nos acompañó en tren de vuelta a París; a Claire y Gaël, nuestras traductoras y guías, un agradecimiento muy especial por su paciencia y solicitud; a Anne Charlotte y familia también, al Dr. D'Or, al francés Lionel, al Sr. Le Morvan, a los sacerdotes y a todos los que se han dejado la piel organizando esta peregrinación.
Y, por supuesto, y cómo no, a Maldan Behera, por su trabajo y el bonito librito que nos hizo a los miembros del Capítulo Español.
Si se me olvida alguien, achacadlo a mi malísima memoria.
Llegará el día en que podamos hacer lo mismo en España.
Laus Deo.
Gracias Javi, y el año que viene haremos por ir.

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