domingo, 1 de noviembre de 2009

1 de noviembre. Fiesta de todos los santos

La Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí, con S. Juan, a esa turba magna, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en las series de 12.000 inscritos en el libro de la vida, -con lo cual indica un número incalculable y perfecto- y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales, revestidos de blancas túnicas y con palma en mano, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla (Ep.). Cristo, la Virgen, las bienaventuradas falanges distribuidas en nueve coros, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores, radiantes con los blancos vestidos y los castos coros de vírgenes forman ese majestuoso cortejo (Himno de Visp.), integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron mansos, mortificados, justicieros, misericordiosos, puros, pacífi cos y perseguidos por Cristo (Ev.). Entre esos millones de Justos, a quienes hoy honramos y que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial, a los cuales van hoy dirigidos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Rey de reyes y Corona de todos los Santos (Invit.), y seguramente nos alcanzarán abundantes misericordias de lo alto (Or.).
Esta fiesta común ha de ser también la nuestra algún día, ya que, por desgracia, son muy contados los que tienen grandes ambiciones de ser santos y de amontonar muchos tesoros en el cielo. Alegrémonos, pues, en el Señor (Int.), y al considerarnos todavía bogando en el mar revuelto, tendamos los brazos, llamemos a voces a los que vemos gozar ya de la tranquilidad del puerto, sin exposición a mareas ni a tempestades. Ellos sabrán compadecerse de nosotros, habiendo pasado por harto más recias luchas y penalidades que las nuestras. Necios, muy necios seríamos, si pretendiésemos subir al cielo por otro camino que el que nos dejó allanado Cristo Jesús y sus Santos.
Por eso acercándose el término del ciclo litúrgico, llamado el “Santoral”, la Iglesia, que durante el año sólo puede honrar determinadamente algunos de sus hijos más preclaros, quiere en la Fiesta de hoy congratularse con todos los millones de almas redimidas con la sangre del Cordero, ensalzando a aquella “gran muchedumbre que nadie puede contar”. Esta fiesta se celebraba ya en el siglo V con eltitulo de Todos los Mártires. En Roma Bonifacio IV consagró el Panteón* pagano al culto de María y de todos los Mártires, el día 13 de Mayo. Más tarde se dio a esta fiesta un carácter más universal y se trasladó al 1 de Noviembre. Fiesta íntima, que nos hace recordar a los Santos oscuros, parientes y amigos, que ya gozan de Dios, abriendo a la vez nuestro corazón a la esperanza de que un día será también nuestra fiesta, la fiesta de Todos los Santos. Día, por lo tanto, de cielo, día de fiesta hogareña, pues cada hogar y familia cristiana tiene en el cielo algún representante.
* El Templo de Agripa fue dedicado bajo Augusto a todos los dioses del paganismo de ahí su nombre de Panteón. Bajo el emperador Focas (entre 607 y 610), el Papa Bonifacio IV trasladó a él muchos huesos de mártires extraídos de las Catacumbas. El 13 de Mayo de 610 dedicó el mismo Papa esa nueva basílica cristiana a Santa Maria y a los Mártires. La fiesta de su Dedicación tomó luego un carácter más universal, y por fin consagróse aquel templo a Santa María y a Todos los Santos. Existiendo ya una fiesta en memoria de todos los Santos, celebrada en diversos días en las distintas iglesias, y fi jada en 835 por Gregorio IV en el 1º de Noviembre, el Papa S. Gregorio VII trasladó a ese día el aniversario de la Dedicación del Panteón. Así que la fiesta de Todos los Santos nos recuerda el triunfo de Cristo sobre las divinidades paganas.

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