martes, 22 de julio de 2008

Elementos destacables de la visita del Sumo Pontífice a Sidney

Hemos puesto en esta entrada la misa inaugural de la JMJ en Sidney celebrada por el cardenal Pell, siguiendo el modo de ornamentar el altar desarrollado por Benedicto XVI, más adelante explicaremos por qué.
Una serie de elementos presentes en estas JMJ nos hacen vislumbrar los acentos que el Papa está poniendo con el fin de producir de una vez ese florecimiento, renacimiento, y restauración de la vida espiritual auténticamente católica dentro de la Iglesia. Lo primero que vemos es el afán por la adoración del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, algo que no se puede decir que durante el pontificado anterior se excluyese, pero que ahora en las JMJ tiene un momento privilegiado para su realización. Este hecho no obedece a un capricho sino a una perspectiva teológica: el sacramento de la Eucaristía no se reduce al alimento de las almas durante la comunión, sino que es sacrificio y sacramento, de ahí que se convierta en el privilegiado objeto de culto de toda la Iglesia, ya sea dentro como fuera de la celebración de la Misa. La exposición del Santísimo celebrada en la JMJ con toda su vistosidad plástica es signo de que el divino sacramento está en el centro mismo de la vida eclesial. No por un capricho devocional de Benedicto XVI sino porque es una exigencia que irradia de la misma verdad del Sacramento.
En segundo lugar vemos que la disposición del altar,con sus candelabros, mostrando la centralidad esencial de la cruz durante la celebración de la Misa está siendo recogida por algunos obispos que están aparte de en comunión, en sintonía con el Papa. Otros están en comunión, pero su sintonía parece más bien escasa.
En tercer lugar vamos viendo desparecer esas ferias indigenistas que eran constantes en otras JMJ. Decimos ferias con toda la connotación negativa de la palabra, pues la misión de la Iglesia es predicar el evangelio con todo lo que esto tiene de creación de cultura y de civilización, y no integrar todo tipo de cultura en la doctrina del evangelio, pues la mayoría de las veces no es posible. El evangelio no es integrador, al contrario nos ofrece criterios para discernir la verdad que ha de ser creida, el bien que ha de ser practicado y el modo de cómo hemos de dar culto auténtico a Dios. Hubo en la Misa de clausura un par de personas disfrazadas de aborígenes, pero es un mal menor, que vemos que va cada vez a menos. Habría que ver si esas personas van diariamente vestidas de aborígenes. En el caso contrario se trata de hacer circo.
Demos gracias a Dios y pidamos que cada día más obispos estén en mayor sintonía con el Papa, siguiendo su programa de restauración eclesial.

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