S. Qui fecit coelum et terram
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P. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.
S. El que hizo el cielo y la tierra.
Entre el salmo 42, y la recitación de la confesión, el confiteor, tiene lugar un versículo que intercala ambos momentos y que constituye una secuencia de continuidad en la preparación pública de la Misa. Tal es el versículo Adiutorium nostrum in nomine Domini, nuestro auxilio está en el nombre del Señor, que también está tomado de los salmos (¿Quién habló de la pobreza bíblica de la Misa tradicional?). Como decíamos en la entrada de la conclusión del salmo Iudica, concluye con la admiración del sacerdote y el pueblo por el maravilloso cambio que se ha operado en sus corazones abatidos, y vuelven en sí para preguntar de dónde ha venido esta fuerza que les ha dado el triunfo, y confiesan con este versículo que les ha venido del Señor. La misa tradicional en sus rúbricas es una afirmación constante de la grandeza y majestad de Dios en medio de su pueblo. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor, dice el sacerdote, en la potestad de este nombre, en la confianza que nos inspira. Él es, añaden los asistentes, quien ha hecho el cielo y la tierra, qui fecit coelum et terram, quien ha sacado de la nada la luz, el orden, la riqueza y todos los bienes, y quien puede crear en nosotros un corazón puro, renovar el espíritu de rectitud y de inocencia hasta en el fondo de nuestras entrañas por los méritos del sacrificio de la cruz y por la aplicación de la sangre de un Dios hecho hombre. Al mismo tiempo se hace el signo de la cruz, porque la esperanza de este socorro es una esperanza concretada, fundada en los méritos de la sangre de Jesucristo derramada en el altar de la cruz. Este versículo, precede todas las bendiciones solemnes asimismo para mostrar la potestad del que bendice y para animar a la confianza a aquellos que van a ser colmados de gracias.
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