martes, 6 de octubre de 2009

Una opinión sobre la manera de introducir la Misa Tradicional en las parroquias

La Forma Extraordinaria en tu parroquia

Por Jeffrey Tucker (www.newliturgicalmovement.org)
(original en inglés)

Summorum Pontificum, hecho público por el Papa Benedicto XVI en 2007, por encima de todo es un acto de paz. Busca humildemente rectificar un terrible paso atrás en la historia de la liturgia Católica, concretamente una serie de decisiones y una variedad de presiones que dieron la impresión de que el Misal de 1962, el último Misal de lo que vino a ser conocido como la Misa Tridentina, ya no era permitido en público o en privado. Fue una manera espeluznante de poner fin a unos 1500 años de historia litúrgica, un movimiento de tal intolerancia que fundamentalmente no tuvo precedentes en la historia católica, y uno de los que causó un enorme daño desde cualquier medida.

Los defensores del cambio citan los beneficios que provienen del nuevo misal. No hay una razón real para entrar en debate sobre esto. Si el nuevo misal tenía tanto que ofrecer al mundo católico, y tantas gracias han manado de su uso, no haría falta imponerlo a la fuerza y a expensas de lo que a veces se ha llamado la “misa de los tiempos”. Sean cuales sean los méritos o deméritos de la estructura del misal de 1970, lo más doloroso ha sido el método por el que se impuso sobre sacerdotes y fieles.

Reconociendo esto y teniendo el coraje de hacer algo para enderezar este mal, Benedicto XVI merece la mejor de las alabanzas. Su enfoque aquí es coherente con todos sus escritos que rechazan el poder de la espada, el uso del poder, y el ethos según el cual la fe fluiría de las leyes y no de la acción de corazones y mentes. Sus lemas aquí son fe, esperanza y caridad-y éstas son también los temas centrales de Summorum Pontificum. Garantiza la libertad de los sacerdotes para servir a los fieles en formas que deberían haber estado permitidas siempre.

Como parte de la paz ofrecida aquí, el Papa nos dio nuevos términos para llamar la Misa que fue injustamente suprimida. La llamó la forma extraordinaria para distinguirla de la forma ordinaria del misal de 1970. Hay un rito con dos formas, escribió. Es tiempo de que la ruptura en la historia litúrgica sea curada para que podamos integrar el presente con el pasado y dar paso a un tiempo de mutuo entendimiento, ayuda y unidad.

Seamos claros en lo que Summorum Pontificum no hace. No hace la guerra a la misa de “Novus Ordo”. No rebaja al católico medio al que le gusta la misa en lengua vernácula. No menosprecia el trabajo del típico entorno parroquial para mantener la fe floreciente en tiempos difíciles. No acomete ningún acto de venganza. No busca castigos para nadie. Incluso es luz en los mandatos, pidiendo solo para sacerdotes y fieles que les sea permitida la libertad de dar culto según las formas antiguas. Es esperanza suya que la forma antigua sea pacíficamente integrada en la experiencia ya existente de una manera que enriquecerá nuestras vidas.

Como ejemplo, este pasado fin de semana en Montgomery, Alabama, una parroquia introdujo la forma extraordinaria en una Misa de Domingo, misa cantada que no había sido vista por ningún miembro vivo de esa parroquia. El párroco pidió los servicios de la Fraternidad de San Pedro. Aparte de esto la experiencia recurrió enteramente a recursos hechos por el grupo de la forma ordinaria.

El coro que cantó los propios en Gregoriano y en polifonía de William Byrd había estado cantando fielmente en la forma ordinaria durante ocho años, y aprendieron en una parroquia normal con la forma ordinaria cómo cumplir la proeza de cantar a gran escala. El órgano en la parroquia fue recientemente restaurado gracias a las contribuciones de feligreses que sólo iban a la forma ordinaria. Para esto el edificio mismo ha sido mantenido y embellecido por católicos que han celebrado en la forma ordinaria. El párroco que hizo todo esto posible se acercó al Catolicismo con la forma ordinaria y se ordenó por este rito.

En otras palabras, esta reinstauración de la forma extraordinaria en este contexto no habría sido posible sin la dedicación de la gente que durante cuarenta años han hecho lo que creían que la Iglesia les estaba pidiendo. Hoy permanecen preparados para apoyar el espíritu de Summorum Pontificum en fe, esperanza y caridad. Es algo maravilloso: vemos dos formas del rito enriqueciéndose mutuamente.

Que contraste con días pasados. Pienso en los años 80 y 90 cuando hubo guerra entre la gente apegada a una u otra forma. Todos los días había excomuniones mutuas. Las familias se dividían en dos sectores. Las publicaciones tenían que escoger y basar sus marketings en tales decisiones. Los seglares sentían la necesidad de tomar una decisión, leal a uno o a otro.

Se promovieron focos intensos de odio a través del mundo católico. Recuerdo estar en una parroquia de la forma extraordinaria y hablando con alguna gente después de la misa escuché situar a alguien ligeramente a la derecha o a la izquierda de donde ellos estaban como parroquia. Recuerdo pensar: ¡Esto no es lo que debería ser! Este no es el espíritu católico sino más bien un sectarismo de estilo protestante que es profundamente hostil a la unidad. Alimenta el ego, promueve el orgullo y la detracción.

Me pregunto si los mismos católicos están preparados para elevarse a los más altos estándares que Summorum Pontificum establece para todos nosotros. ¿Estamos dispuestos a dejar nuestras armas y trabajar juntos? Logra muy poco, por ejemplo, hacer una marcha a la parroquia local agitando una copia del motu Proprio junto con una petición, como si el objetivo fuera reclamar los derechos de uno para la Misa antigua. Todo este enfoque produce un daño real a la causa. Estas tácticas están bien para la política pero no funcionan en una parroquia católica. Tampoco logra nada en un ambiente parroquial criticar agresivamente las prácticas existentes y las formas litúrgicas. La gente que hace esto necesita considerar que pueden estar dañando la causa.
Debería haber algún acuerdo sobre las reglas de compromiso en el futuro (el padre Z tiene cinco para principiantes) (en el blog what does the prayer really say?). la forma extraordinaria debería ser bienvenida en las parroquias. Al mismo tiempo, los promotores de la forma extraordinaria necesitan darse cuenta de que mucha gente es desconfiada sobre lo que supone todo esto; necesitan anticiparse a algún grado de resistencia y aprender a trabajar con amor y respeto.

La forma extraordinaria debe ser tejida en la tela de comunidades ya existentes; la gente que aumenta su amor a ella va a provenir del entorno católico ya existente, gente que no va a ser atraída por el resentimiento y la agresión o actos de venganza. Todo eso y la retórica que rodea ese enfoque necesita ser dejado atrás.

No hay nada que ganar con ataques desenfrenados a la misa que los feligreses actuales han venido a conocer y amar. Un futuro de liberalidad, caridad y mutuo enriquecimiento es lo que el Papa Benedicto XVI esperó de su Motu proprio, y la gente que se llama a sí misma “tradicionalista” debe liderar el camino por el ejemplo.

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